viernes, 23 de octubre de 2009

“CRIMENES DE OXFORD”

Definitivamente hay un cine de autor que se caracteriza por ir dirigido prioritariamente al intelecto al espectador, y a través de esa vía, a la emoción de aquellos que gozan con las cavilaciones de la mente hechas carne en un objeto artístico, como puede ser un largometraje.

“Crímenes de Oxford” (2008), dirigida y escrita por el cineasta español Alex de la Iglesia, entra en esta categoría, que ha tenido insignes directores entre sus filas como Ingmar Bergman, Roman Polanski y Woody Allen, entre otros. Y cuando decimos cine intelectual nos referimos a cintas que tratan sobre especulaciones filosóficas o debates científicos, o ambos mezclados.

Es el caso de la última película de De la Iglesia, de 42 años, basada en la novela “Crímenes Imperceptibles” del escritor argentino Guillermo Martínez, doctor en Ciencias Matemáticas; que plantea el tema de la dificultad de aprehender la Verdad fuera de la lógica de las matemáticas, universo cerrado en sí mismo. Todo esto en la forma de un entretenido thriller policial ambientado en la Universidad de Oxford, Gran Bretaña.

De la Iglesia, licenciado en Filosofía de la Universidad de Deusto y ex dibujante de historietas; dirigió con anterioridad “Acción Mutante” (1993), “El Día de la Bestia” (1995), “Perdita Durango” (1997), “Muertos de Risa” (1999), “La Comunidad” (2000), “800 Balas” (2002), “Crimen Ferpecto” (2004) y “Películas para No Dormir: La Habitación del Niño”.

Desde el comienzo de “Crímenes de Oxford”, De la Iglesia nos coloca en medio, y sin concesiones, del fondo intelectual de la cinta. El profesor de Oxford Arthur Seldom (John Hurt) expone ante un arrobado auditorio los planteamientos del filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein (1899-1951) sobre la imposibilidad de acceder a la verdad, como restricción humana en su moverse en el mundo.

Estas referencias intelectuales reaparecerán a lo largo de la cinta cuando la amiga de Seldom, Mrs. Eagleton (Anna Massey), sea encontrada muerta jugando Scrabble, conocido en Chile como Dilema, donde se deben formar palabras con diverso puntaje; o cuando se muestre la máquina Enigma, que utilizaron los alemanes para cifrar mensajes secretos durante la Segunda Guerra Mundial y cuyo desciframiento en Gran Bretaña, en Bletchley Park, casa muy parecida a la muestra el filme, habría sido la causa del término anticipado del conflicto.

Incluso cuando Martin (Elijah Wood), el estudiante estadounidense que llega a Oxford para doctorarse con Seldom, aparece jugando squash con Beth (Julie Cox), ya que ha dibujado todo un esquema matemático sobre el frontón, para poder predecir la trayectoria de la pelota cuando venga de vuelta. Aunque es el mismo Martin quien se encarga de encarnar otra postura, menos escéptica, ya que plantea que la misma lógica matemática es síntoma de un misterio y da como ejemplo las figuras diferentes que se observan mirando al microscopio los copos de nieve.

Este mismo jaque a la lógica se produce cuando el espectador observa la evolución de la investigación de los crímenes, que lleva a cargo el inspector Petersen (Jim Carter); en los exabruptos del compañero de habitación de Martin, Podorov (Burn Gorman); y por último, en la alternativa para priorizar los sentimientos y el sentido de la vida que le ofrece la enfermera Lorna (Leonor Watling) a Martin, en el final de la cinta.


Alvaro Inostroza Bidart

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