domingo, 16 de diciembre de 2007

“LA VIDA ME MATA”




Detenerse en las cosas, con una cámara inquisitiva, cumpliendo los ciclos de la vida y de la muerte, es una de las principales virtudes del cine que tiene pretensiones estéticas, más si los temas de la cinta son precisamente la creación y la finitud de la existencia.

Este es el primer comentario que se podría hacer de la interesante “La Vida me Mata” (2007), primer largometraje del joven director y guionista chileno Sebastián Silva; producto bastante fuera de lo común dentro de la cinematografía nacional. Silva, de 28 años, es además músico, pintor e ilustrador; capacidades que se reflejan en la mirada detallista y en el ritmo del filme, acorde con los tiempos internos de los personajes y de sus preocupaciones.

“La Vida me Mata” cuenta en un apropiado blanco y negro la historia de Gaspar (un sorprendente Gabriel Díaz), un camarógrafo en estado de depresión por la reciente muerte de su hermano mayor. Vive con su madre que no habla, su abuelo (un notable Alejandro Sieveking) a quien no estima y su hermana Margarita (una acertada Amparo Noguera), la más cercana de la familia. Por otro lado, está trabajando en un cortometraje expresionista y sobreactuado, que dirige y actúa Susana (una atrayente Claudia Celedón), cuyos cuadros, que se ven en cámara, son los únicos momentos en que se utiliza el color, para diferenciar claramente el artificio de la creación con el resto del material de la cinta, que pretende hablar simplemente sobre la vida y la pasión, pero especialmente sobre la muerte.

Aparte de la muerte del hermano de Gaspar, ésta reaparece en fallecimiento de la joven hermana de una amiga de Susana, en el abuelo de Gaspar moribundo (a la cual seguirá su madre), en los intentos de suicidio de Gaspar, en el recargado corto de Susana y en la propia habitación del abuelo, como figura de carne y hueso (una sugerente Bélgica Castro). Es precisamente en el funeral de la hermana de la amiga de Susana, cuando aparece el último personaje clave del filme, un primo de la fallecida, Alvaro (Diego Muñoz), que viene de Valdivia sin fecha de regreso y cuyos rasgos oscilan entre la ingenuidad y la despreocupación, y que a Gaspar recuerda fuertemente a su hermano, produciéndose una amistad entre ellos, que revitalizará al camarógrafo, compartiendo con él sus disquisiciones sobre la muerte, a la cual tratan de mirar a los ojos.


Esta relación es clave para la cinta, suerte de trasposición de afectos, como un espejo en el cual Gaspar ve la reencarnación de su hermano. Alvaro, por otro lado, lo conmina a ver las diferencias entre la vida y la muerte; en el cadáver de la morgue y en el pájaro muerto; visiones que se repiten en los sueños de Gaspar, donde tanto su hermano como Alvaro le hablan de un gato muerto, al cual se lo comerán los gusanos.

Con un guión inteligente y poco alambicado, con buenas actuaciones y un buen trabajo de cámara, “La Vida me Mata”, con un estilo que mezcla la comedia y la parodia, interesa y toca al espectador; y nos sumerge en las preocupaciones existenciales y estéticas de un joven autor, sobre todo cuando la muerte golpea a nuestra puerta, aunque en realidad siempre está al acecho en el jardín de la casa.


Alvaro Inostroza Bidart

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