
Es notable como algunos períodos de la historia pretérita de un país pueden ser reflejo de su historia actual; o al menos así lo plantean sus intelectuales y artistas, en una reinterpretación que plantea que la historia humana es cíclica y cuyas obras tienen su mayor interés en hacer patente que las pasiones y motivaciones de nuestra especie se siguen repitiendo a través de los siglos; a pesar de los supuestos cambios de las circunstancias políticas, sociales y culturales.
Es el caso de la serie de seis novelas del escritor español contemporáneo Arturo Pérez-Reverte, sobre el Capitán de Ejército Diego Alatriste, personaje de ficción que le sirve para retratar a la España del siglo XVII, durante el reinado de Felipe IV, época decadente y peligrosa por las intrigas y la desquiciada Inquisición católica; que sin embargo (o por eso mismo dirán algunos) entregó artistas como los poetas Francisco de Quevedo, Miguel de Cervantes y Luis de Góngora; y los pintores Diego de Velásquez y Bartolomé Esteban Murillo, todos ellos con referencias explícitas en la cinta “Alatriste” (2006), del director español Agustín Díaz Yanes, inspirada en las primeras cinco entregas de Pérez-Reverte sobre el emblemático personaje, que fueron escritas entre 1996 y 2003.
Curiosamente el siglo XVII es conocido como el Siglo de Oro en España, principalmente por las manifestaciones artísticas; lo que apoya la hipótesis de que en los períodos históricos de crisis surge todo un movimiento cultural de crítica y de resistencia o que los artistas necesitan de la desgracia y el sufrimiento para producir sus mejores obras.
Este es el ambiente y el trasfondo, plenamente logrado, de la cinta “Alatriste”, cuyo protagonista, Diego Alatriste (un creíble Viggo Mortensen, hablando incluso un fluido español), conocido como el “capitán” por su liderazgo (efectivamente no tenía el grado), era un soldado profesional, que había peleado en la Guerra de Flandes, entre otros tantos conflictos en que se había involucrado un Felipe IV vanidoso y egocéntrico, totalmente despreocupado de los problemas del pueblo, como la pobreza; y del gobierno, entregado principalmente a dos asesores omnímodos de la nobleza, el Conde Duque de Olivares (Javier Cámara) y el Conde de Guadalmedina (Eduardo Noriega).
En el filme, Alatriste, hombre de honor, gran espadachín, leal amigo de sus amigos y protegido de Guadalmedina, es amigo de Quevedo (Juan Echavone), el poeta conocido por sus sátiras en contra de Góngora y por su barroquismo; el que terminó preso por sus críticas al rey y a su política de delegación del gobierno. Los rasgos de lealtad y caballerosidad de Alatriste están manifiestos en que adopta al hijo huérfano de un camarada muerto en combate, Iñigo de Balboa (Unax Ugalde), que lo acompañará en la batalla final y seguirá sus pasos; y en el amor a ultranza que manifestará por la actriz María de Castro (Ariadna Gil), a pesar de la traición y de la enfermedad de ésta.
Díaz Yanes, de 56 años, con estudios de Historia y experiencia en la crítica literaria y en la escritura de guiones, antes había dirigido y escrito dos largometrajes: la premiada “Nadie Hablará de Nosotras cuando Hayamos Muerto” (1995) con Victoria Abril, su mentora en la dirección; y “Sin Noticias de Dios” (2001) con Abril y Penélope Cruz, que demuestran su talento y su proyección en el cine español.
Desde el punto de vista formal, aparte de la gran adaptación de la novela de Pérez-Reverte, Díaz Yanes trabaja una fotografía que recrea magistralmente la luminosidad y el paisaje urbano y la monarquía de la España del siglo XVII, inspirándose en la pintura de Velásquez y Murillo. Los tonos ocres y la oscuridad son el reflejo de una nación que, más allá de sus triunfos guerreros y de sus glorias artísticas, estaba sumida en la desigualdad, en la indiferencia y en el desgobierno; ante lo cual el único camino –antes como ahora- es vivir con honor y lealtad, como lo hizo siempre el “capitán Alatriste”, antihéroe lúcido y pesimista, cuya figura se puede proyectar como un emblema vigente y actual.
Alvaro Inostroza Bidart
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