jueves, 13 de julio de 2023

“1408”

Da gusto ver una buena cinta de terror, porque éste se radica y crece, en gran medida, en la mente humana; aunque es indesmentible que hay circunstancias externas y concretas que ayudan a generar esta sensación, que tan bien transmiten algunas películas del género. Es el caso de “1408” (2007), cinta dirigida por el cineasta sueco Mikael Hafstrom, y que está basada en el cuento del mismo nombre del escritor estadounidense Stephen King; que da cuenta de ese tipo de historias que aluden a lugares supuestamente hechizados. En esta ocasión, la habitación 1408 del Hotel Dolphin de Nueva York. Hafstrom, de 62 años, luego de dirigir cuatro largometrajes en su país natal entre 1995 y 2004; ha desarrollado una interesante carrera en Hollywood, en la cual destacan las cintas “Sin Control” (2005), “Shanghai” (2010) y “El Rito” (2011); en las que demuestra un gran manejo del suspenso y de las emociones humanas. En “1408” ratifica esas condiciones, con una cinta en que la atención del espectador no decae en ningún momento, manteniéndolo en vilo; sometido a la suerte que corre el protagonista, Mike Enslin (John Cusack), un escritor de best seller, que ha escrito sobre casas, tumbas y castillos embrujados; y que ahora se ha obsesionado con hacerlo sobre esta habitación, en la cual ha muerto mucha gente; a pesar de la recomendación en contrario del gerente del hotel, Gerald Olin (Samuel L. Jackson). Ya instalado, en la primera hora, aparecen no sólo los espíritus de los casos de muertes más famosos, acaecidas en el lugar; sino los fantasmas más personales de Mike, como los relativos a su ex esposa, Lily (Mary McCormack) y su pequeña hija Katie (Jasmine Anthony); y su difunto padre (Len Cariou); reforzando la teoría de que el terror se alimenta de los miedos y debilidades internas de quien lo sufre. Lo más interesante, en todo caso, es como el filme logra transmitir al espectador lo “viva” que está la habitación 1408. Tanto sus cuadros, los muros, el baño, las puertas, y todo lo demás, inspiran a cada minuto que pasa un temor reverencial, que conecta con las peores pesadillas y los callejones oscuros y sin salida.

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