martes, 9 de abril de 2019

MARILYN

El realismo es el modo más eficaz de narrar cinematográficamente hechos y temas complejos y valóricos, como se les llama ahora, si el objetivo es impactar y remecer al espectador.

Eso parece que lo tuvo claro, el cineasta argentino Martín Rodríguez Redondo, al dirigir y escribir la cinta “Marilyn” (2018), su primer largometraje; con el cual, rápidamente, se ha hecho un nombre en la escena del séptimo arte latinoamericano.

Rodríguez, de 40 años, sólo había participado como uno de los ocho realizadores del filme “Historias Breves 12” (2016); lo que no impide que en “Marilyn” construya una sólida narración visual, basada en un hecho real que ocurrió en el país vecino, en esta co-producción argentino-chilena.

La cinta cuenta la historia de Marcos (un debutante y sorprendente Walter Rodríguez), un joven de diecisiete años, que vive en el campo argentino con sus padres y su hermano mayor. Su padre, Carlos (Germán de Silva), es cuidador y peón en una hacienda ganadera, con lo cual la familia lleva una tranquila vida rural, hasta que fallece de un infarto el jefe de familia, con lo cual la situación cambia radicalmente.

En forma paralela, Marcos, en forma espontánea y natural, deja aflorar su homosexualidad (de ahí el nombre del filme, que es como se le conoce en el ambiente gay de fiestas y carnavales); lo cual no es bien recibido por el conservador medio campesino, simbolizado en el hijo del patrón; tampoco por su hermano mayor, Carlitos ((Ignacio Jiménez), y mucho menos por su madre, Olga (una sólida Catalina Saavedra), que simplemente niega la realidad, reprimiéndolo duramente.

Sus únicos oasis son su amiga Laura (Josefina Paredes), quien no lo juzga para nada; y un amigo gay que conoce casualmente, Federico (Andrew Bargsted), relación amorosa que catalizará su sino trágico.

La cinta basa su eficacia en el distanciamiento de la narración en relación a los sucesos, sin juzgarlos. Mostrándolos con un tono documental, con pocos diálogos y con una cámara descarnada, que retrata tanto las dificultades y la realidad del protagonista por su condición sexual como los atavismos y prejuicios, aún más acentuados, del campo argentino y latinoamericano.

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