viernes, 8 de marzo de 2019

“EL REPOSTERO”

El viejo refrán de que el amor no discrimina y no tiene barreras, sigue apareciendo en el cine desde diversas latitudes y contando variadas historias.
Y siempre es un objetivo que sustenta bien un buen largometraje, más aún si la narración está hecha con sutileza y sensibilidad, pero sin evadir los conflictos inevitables que conlleva amar más allá de todas las limitaciones sociales y culturales.

“El Repostero” (2017), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta israelí Ofir Raúl Graizer, cumple con estos atributos y marca positivamente el estreno de su realizador, ya que esta es su ópera prima.

Los protagonistas son básicamente tres, un alemán y dos judíos; y la historia se mueve entre Berlín y Jerusalén, lo que indica a las claras la intención del director de poner una cuña a los prejuicios y arquetipos que existen entre estas dos naciones y sus culturas.

El protagonista principal es Thomas (Tim Kalkhof), un repostero que tiene un café en Berlín, conocido por sus tortas, pasteles y galletas; y que es visitado por el empresario judío Oren (Roy Miller), cuyo hogar está en Jerusalén, cada vez que viaja a la capital alemana, para saborear sus exquisiteces y llevarle galletas de regalo a su esposa, Anat (Sarah Adler) y a su hijo Itai (Tamir Ben Yehuda).

Hasta ahí todo normal. El conflicto surge de que paulatinamente Thomas y Oren comienzan a enamorarse y a establecer una relación cada vez más intensa, la cual el director no tiene tapujos en mostrar claramente al espectador. A pesar de todo, la situación es estable, ya que Oren no pretende separarse de su familia; la que nuevamente se fractura, ya que éste muere en un accidente en Israel.

La segunda e imprevisible parte del filme relata la visita que realiza Thomas a Jerusalen para conocer a Anat, de incógnito, y los detalles de cómo vivía su amado; en lo que es sin dudas la parte más extraordinaria de la cinta; ya que el director va desarrollando pausadamente los acontecimientos, cuyo presagio de imposibilidad y fracaso se palpita en las intervenciones de la madre de Oren, Hannah (Sandra Sade), que parece saberlo todo; y del hermano de Anat, Moti (Zohar Shtrauss), que representa el peso de la fuerte tradición hebrea y de las ataduras del amor tradicional.

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