jueves, 18 de octubre de 2018

“UN PEQUEÑO FAVOR”

Está bien la búsqueda de ideas originales para una película, cualquiera sea el género de la misma; pero hay que tener cuidado y no pasarse de listo; ya que cuando se dan demasiados giros al argumento, al final, el resultado puede ser una historia muy enredada, poco creíble y que termina por desinflarse.

Eso ocurre con “Un Pequeño Favor” (2018), cinta dirigida y producida por el cineasta estadounidense Paul Feig, la cual está basada en la novela de Darcey Bell. Feig, de 56 años, había dirigido anteriormente siete largometrajes, de los cuales los cuatro últimos han alcanzado cierta notoriedad: “Novias en Guerra” (2011), “Armadas y Peligrosas” (2013), “Una Espía Despistada” (2015) y “Cazafantasmas” (2016), todas ellas, comedias bastante sosas, obvias y de humor fácil.

Con “Un Pequeño Favor” hay un claro avance, aunque a la larga este filme, que pinta para thriller ingenioso, termina siendo una comedia liviana, ya que es tal la cantidad de enredos y cambios bruscos en el guion, que se diluye el comienzo intrigante y entretenido de la película. Quizás el buen inicio se deba a la base de la novela de Bell. No tengo como saberlo, porque no la he leído; pero, si es así, Feig la destruye con su estilo, grueso y poco sutil.

Otro factor que ayuda a que la primera media hora de la cinta resulte interesante son las buenas actuaciones en los tres roles protagónicos: Stephanie Smothers (Anna Kendrick), es una madre joven y viuda, con un hijo pequeño, Miles (Joshua Satine), que tiene un video blog sobre cocina bastante popular y que habla más de la cuenta. En el jardín infantil conoce a Emily Nelson (Blake Lively) una guapa y elegante jefa de relaciones públicas de una gran empresa de modas, cuyo hijo, Nicky (Ian Ho) es gran amigo de Miles; lo cual les posibilita iniciar una extraña amistad, por lo diferente que son una de la otra.
Stephanie, predecible y torpe, y Emily, misteriosa e inalcanzable, lo cual ya empieza a producir algunos cortocircuitos de lógica en el espectador.

El otro protagonista es el esposo de Emily, Sean (Henry Golding), un escritor que sólo escribió una novela exitosa y que actualmente se dedica a hacer clases en la universidad, personaje que no encaja para nada con el de su mujer, de la cual desconoce aspectos fundamentales de su pasado; lo que termina por derrumbar toda posible seriedad del argumento, el cual se enreda cada vez más, para terminar viniéndose abajo como un castillo de naipes, pero producto no del viento, sino de su propio peso.

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