martes, 7 de agosto de 2018

“ANIMAL”

Lástima que llegue tan poco cine latinoamericano a las salas comerciales de nuestro país, ya que a la luz de lo poco que se estrena, da la impresión de que nos estamos perdiendo muchos trabajos de gran calidad y que sólo conocemos lo que la casualidad decide salvar de la oscuridad del mercado.

“Animal” (2018), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta argentino Armando Bo, es una buena muestra del alto nivel que puede alcanzar la producción cinematográfica por estos parajes alejados de la industria de Hollywood y en el fin del mundo.

Y esto no es menor, porque Bo, de 39 años, vive en Estados Unidos hace tres años y ha triunfado allá como guionista antes que como director, con cintas como “Biutiful” (2010) y “Birdman” (2014). Como realizador sólo había dirigido un largometraje, “El Ultimo Elvis” (2012), el cual también escribió, cintas todas ellas que dejan patente su talento.

Y “Animal” lo comnfirma, ya que es una cinta con muchas lecturas, lo que la hace muy interesante y atractiva; pero lo que es innegable es que a medida que transcurren los minutos se va tornando cada vez más ácida y corrosiva; terminando en una suerte de paroxismo que, inevitablemente, nos lleva a pensar en las peores cualidades de la condición humana, lo que se identifica con el título del filme.

La película nos muestra en principio al protagonista, Antonio Decoud (un excelente Guillermo Francella), gerente de un pujante frigorífico bonaerense; con una vida burguesa y resuelta: con una guapa esposa, Susana (Carla Peterson) y una pareja de hijos bien educados, Linda (Majo Chicar) y Tomás (Joaquín Flammini). Pero toda su vida se le derrumba cuando manifiesta una insuficiencia renal, cuya única solución es un trasplante de riñón, que como se retrasa, lo lleva a realizar las cosas más increíbles para conseguir un órgano y alejarse de la muerte.

En esta espiral de esquizofrenia conocerá a una pareja de ocupas pobres, Lucy (Mercedes de Santis) y Elías (Federico Salles). La relación entre los tres lleva a la cinta a tonos inusuales de sarcasmo y desmesura, que incitan al espectador atento a interpretarla como una crítica feroz a la modernidad y sus antivalores, como son el egoísmo y la sobrevivencia a todo evento.

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