martes, 17 de julio de 2018

“PESADILLA EN EL INFIERNO”

Hay películas que se plantean desde el principio y en todas sus formas como un homenaje a un artista anterior, generalmente fallecido. Una ofrenda a otro cineasta admirado o a otro tipo de creador que ha servido de inspiración para la cinta.

En el caso de “Pesadilla en el Infierno” (2018), dirigida y escrita por el cineasta francés Pascal Laugier, es un homenaje de punta a cabo al gran escritor estadounidense Howard Phillips Lovecraft (1890-1937), tanto que el filme se inicia con las fechas de nacimiento y muerte de este autor y con una frase que resalta su obra. Laugier, de 46 años, había dirigido anteriormente tres largometrajes desconocidos en la región de Valparaíso: “Saint Ange” (2004), “Mártires” (2008) y “The Tall Man” (2012).

Lo curioso es que Lovecraft es famoso por sus novelas y cuentos de horror cósmico, en que se incorporan elementos de ciencia ficción, existencia de otras dimensiones y de razas no humanas y viajes en el tiempo; y “Pesadilla en el Infierno” es principalmente una película de terror sobrenatural, que utiliza elementos como pesadillas y fantasmas. Quizás los elementos comunes podría ser el uso de la violencia y del suspenso, que generan pánico en el espectador o lector, ante la imposibilidad de saber lo que va a pasar a los protagonistas y de controlar las acciones que los dañan.

“Pesadilla en el Infierno” tiene el comienzo clásico de las cintas de terror: una madre (Mylene Farmer) viaja en auto con sus dos hijas adolescentes, Vera (Taylor Hickson) y Beth (Emilia Jones), para cambiarse a vivir a la casona de una tía fallecida. Beth lee en voz alta su último cuento, el que es comparado por su madre con el estilo de Lovecraft, otra vez la veneración al maestro.

Ya instaladas en la nueva casa, repleta de antigüedades y muñecas, se desata el terror al ser asaltadas por una pareja de psicópatas enfermos: un travesti (Kevin Power) y un gigante con infantilismo (Ron Archer), iniciándose un juego con el tiempo, que tiene que ver con la negación que realiza Beth de los hechos de sangre y violencia en los que toca ser víctima junto con su hermana. Esto confunde al espectador, se entiende que a propósito, con la aparición de una Beth adulta idealizada (Crystal Reed) y de Vera enferma mental (Anastasia Phillips), escape que sin embargo no la desconecta nunca de su hermana, verdadero cable a tierra con el macabro presente.

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